Las vírgenes suicidas, por Jeffrey Eugenides


Hace aproximadamente diecisiete o dieciocho años vi un trailer que me dejó cautivada. Comencé a verlo a diario como parte de mi rutina y cada visionado me provocaba un desasosiego y un estado de nerviosismo bastante fuerte, pero no podía dejar de verlo. A los pocos meses vi la película y puedo decir que marcaría mi pre adolescencia y llegaría a a amarla y entenderla, tanto técnicamente, los detalles, los planos, el color, la banda sonora, el reparto; como la historia. Esa cinta era como un soplo de aire fresco para cualquier chica de trece años (12 en mi caso) que sin profundizar en problemas propios de esas edades, sutilmente era fácil sentirse identificada con las vivencias de las hermanas Lisbon.



No fue hasta bastantes años más tarde que me di de bruces con la novela y mi obsesión volvió a hacerse latente, a pesar de que nunca se me habían ido de la cabeza, las rescaté y descubrí su importancia en una new wave del feminismo en el que más chicas como yo, disfrutaban de esta historia y la encumbraban a lo más alto de la literatura contemporánea. 

Tenía mis pequeñas dudas acerca de como el libro iba a cumplir mis altísimas expectativas que se habían ido generando a lo largo de todos estos años, pero puedo decir que la novela de Jeffrey Eugenides es una pequeña obra de arte. La historia engancha tanto que se lee en un suspiro y mantiene al lector atrapado a sus páginas aunque ya conozca la historia. 
Algo que me ha encantado es poder compararla con la película y darme cuenta de que aunque el libro, desde luego es mejor, la película está perfectamente adaptada. Me ha fascinado encontrar nuevas situaciones, vivencias, desgloses de los personajes más completos con lo que es más fácil entender su comportamiento.
Sorpresas que no te esperas y viejas y nuevas reflexiones que con el tiempo esperas haberte sacudido del pensamiento pero que llegan a ti con mil matices nuevos y un encaprichamiento como los vecinos de la familia Lisbon, por comprender.

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