Se cumplen dos décadas de la publicación de la primera novela de la saga Harry Potter. Veinte años llenos de magia en los que la autora ha conseguido que millones de niños en todo el mundo se ilusionasen con sus historias y la culpable de que se enganchasen a la lectura. Yo fui una de esos niños que en 1998, un año después de su publicación en Inglaterra y bajo el sello de Salamandra en la que "Harry Potter y la piedra filosofal" fue publicado en España, se obsesionó con el maravilloso mundo mágico que J.K Rowling relataba en su libro.
Yo tenía casi diez años y tuve la suerte de que mis padres se habían preocupado en inculcarme el placer de la lectura. Por aquel entonces yo ya era una absoluta fan de las sagas y no perdonaba una noche sin leer alguno de los numerosos libros de "Los Cinco" de Enid Blyton. No era difícil prever que en el momento en el que el ejemplar de mi primo Jorge cayó en mis manos, inmediatamente me engancharía a aquella nueva historia de la que todo el mundo hablaba y demandase mi propio ejemplar y con el curso de los años, todos los siguientes.
Yo tenía casi diez años y tuve la suerte de que mis padres se habían preocupado en inculcarme el placer de la lectura. Por aquel entonces yo ya era una absoluta fan de las sagas y no perdonaba una noche sin leer alguno de los numerosos libros de "Los Cinco" de Enid Blyton. No era difícil prever que en el momento en el que el ejemplar de mi primo Jorge cayó en mis manos, inmediatamente me engancharía a aquella nueva historia de la que todo el mundo hablaba y demandase mi propio ejemplar y con el curso de los años, todos los siguientes.
No recuerdo leer con tanta ansia un libro. J.K. Rowling había descubierto la fórmula exacta para convencer y atraversar el escudo de la mente crítica de la infancia. Nunca hubo un señor vendiendo droga a la salida del cole pero siempre hubo un libro de Harry Potter esperando a ser consumido y devorado en cualquier momento, en cualquier lugar. Puedo afirmar que fue la gran droga de nuestra generación.
Consumíamos sus páginas en clase escondiendo el libro abierto en la caja del pupitre, en el recreo, mientras esperábamos al bus o de camino a casa, por la mañana, por la tarde, por la noche.
Los adultos nos miraban fascinados porque ya nadie alborotaba en las fiestas familiares. "Déjalos que lean", decían.
Los años pasaron, fuimos creciendo y Harry, Ron, Hermione, lo hicieron con nosotros. Siempre estuvieron ahí, esperando a que volviésemos a sus páginas. Y a sus películas, a sus videojuegos, a sus bandas sonoras, figuras de colección, merchandising, a todos los formatos con los que saciar nuestra hambre de magia.
Nuestra esperanza oculta de que fuese real. Nuestro inconformismo a ser unos simples humanos y resignarse a ser muggles.
Crecimos, la historia acabó con su séptimo libro y su octava película. Nunca nos sentimos tan solos, tan perdidos.
Homenajeamos su historia en nuestra piel, en nuestra ropa. Hasta en nuestros propios hijos, volvemos a iniciar el círculo. Creamos comunidad y sentimos que pertenecemos a un movimiento intocable donde atesoramos nuestros recuerdos más preciados.
La magia existe, aunque no en el formato que esperábamos. Las palabras. Los libros.
En palabras de la propia Rowling "Hogwarts siempre estará ahí para darte la bienvenida a casa"
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